Se nos va el rocío, las escamas se caen y el respirar se agita.
Añoramos esas olas que una vez nos revolcaron y alborotaron todos nuestros sentidos.
Las débiles ilusiones persiguen el grito del alma para que las guie hacia la alborada y así recuperar la claridad.
Encuentros repentinos, esperados en el silencio de nuestros pensamientos y deseados en lo más profundo de nuestro ser. Visas que nos dan al azar y nos permiten la entrada inmediata a ese cosmo donde nuestras almas se conjugan y se diluyen al unirse. Momentos inesperados donde una mirada ata las energías fluyentes de dos seres y es testigo de la conversión de lo ideal a lo real. Comunicaciones que nacen y se desarrollan a través de un suspiro y se transportan por medio de hilos que poco a poco van tejiendo una red de encuentros virtuales. Encuentros que se hacen cada vez más continuos y anhelan un descuido para llegar a ese espacio soñado.
Lugar donde podemos reposar nuestros sueños y donde otros, sin saber, comparten los suyos con nosotros. Aromas que nos penetran y luego van perfumando el amanecer.
Descansos esporádicos donde descargamos los sentimientos nómadas y tomamos aire para seguir respirando.
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